No me he podido resistir.

Leí el post del restaurante de mi compañero y me vino a la cabeza el día que una clienta me hizo llorar y he decidido contártelo.

Por cierto, soy Patricia y trabajo en el departamento de Atención al Cliente de Aramática. Si eres cliente, seguro que alguna vez hemos hablado y, si no eres cliente todavía, me encantaría hablar contigo.

Bueno, te cuento lo que sucedió aquella mañana.

De esta llamada, no hace mucho, unos meses, no más.

Estaba como siempre con mi ordenador, teléfono, facturas, y… sonó el teléfono.

Me sorprendió la voz. Era una voz temblorosa y dulce, pero con la tranquilidad y seguridad que te dan los años y, esa voz, sonaba como de muchos años.

—Aramática buenos días, le atiende Patricia

—Buenos días, Patricia, no sé muy bien con quién tengo que hablar

—Cuénteme y yo le ayudo o le paso. Dígame.

—Soy Pilar y vivo en uno edificios en el que habéis puesto una puerta nueva y…

—¿De qué edificio y así busco los datos?

—Creo que da igual, yo solo quería dar las gracias.

—¿Por algo en especial o a alguien en particular?

—Pues hija mía, soy una persona mayor y llevaba mucho tiempo sin salir de casa. Han sido unos meses muy malos, entre el bicho este y que no podía ver a mi familia… lo he pasado muy mal, pero lo peor de todo es que no podía salir de casa porque la puerta del portal de casa era muy antigua y pesaba mucho. No podía salir y si salía, a veces no podía entrar y me hacía sentir muy mal.

—Pero Pilar ¿ahora está mejor?

—Mucho mejor y llamaba por eso, para daros las gracias. Como los del edificio somos todos de una edad, decidimos cambiar la puerta por una de esas que se abren solas, bueno, con un llaverico que nos distéis que lo pones delante y la puerta se abre. Y ahora puedo salir y entrar en casa sin problema.

—Una puerta de apertura automática

—Si una de esas. Todos los días cuando salgo veo el cartelico y, hoy me he dicho, “cojo el teléfono y les llamo para decirles que entre la vacuna y la puerta, ahora puedo entrar y salir de casa y estoy mucho más contenta”.

—Gracias a Vd. Pilar, da gusto que te den las gracias por tu trabajo.

—Gracias a vosotros, Patricia y dígales a sus compañeros de Aramática que, si vienen por casa que avisen, que hago unas galletas muy buenas

—Se lo digo en cuanto los vea y, si tiene cualquier cosa, por favor llámenos, Pilar

—Adiós hija mía y gracias a ti también.

Cuando colgué el teléfono, rompí a llorar. Pensaba en mis mayores y en lo poco que pensamos a veces en sus problemas de movilidad y de fuerza.

Al final, les conté la historia de Pilar y les di las gracias uno por uno a todos los que formamos parte de la familia de Aramática.

No solo vendemos puertas, también hacemos felices a las personas, como hicimos a Pilar.

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